Realiza su formación en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Lisboa, su ciudad natal, y viaja posteriormente a la Kunstakademie de Dusseldorf, que dirigía el alemán Gerhard Merz. Desde ese momento la cultura artística alemana se convirtió en una constante en su obra.
Comenzó a exponer muy pronto sus obras, entre 1986 y 1987 en la ESBAL, presentando esculturas en mármol. En 1988 empieza a trabajar en madera y plástico, pero las piezas más características de su producción posterior serán en hierro pintado de negro, piezas enrolladas en las que se contrastaba la pesadez e inmovilidad del material con el universo de asociaciones del objeto. A partir de este momento, Chafes jugará con la ambigüedad de las imágenes. De esta época son también esculturas de suelo de formas ovaladas, constituidas por un segmento cóncavo y con tubos de hierro que se acoplan al objeto. Las asociaciones que establecen, a menudo, están relacionadas con objetos más o menos cotidianos dentro de la cultura y el imaginario occidental. La ambigüedad se convierte en algo primordial en su obra, y su búsqueda será una constante.
En 1989 realizó un grupo de esculturas en malla de hierro en forma de casacas masculinas. En estas piezas, el título juega de nuevo con la ambigüedad de significados, mediante las referencias del espectador y la ausencia de utilidad práctica de la escultura. Recupera los juegos semánticos de Marcel Duchamp o de Magritte. Esta malla volverá a surgir más tarde en esculturas colgadas del techo, que combinan formas rígidas con otras más suaves que simulan sacos. El lugar en el que la escultura se va a colgar es también muy importante, dado que debe integrarse perfectamente en el entorno, estableciéndose una relación de sutil intimidad, pero sin perder por ello sus cualidades escultóricas.
Menos la perennidad del material y la solidez de las formas de las esculturas, nada está establecido. Según el artista, «no existe arte sin transformación. Las esculturas son módulos de pensamiento tanto para mí como para los demás». Ejemplo de las obras de esta época es una de sus esculturas más conocida, Criança e flores (1995), perteneciente a la Colección del Museo do Chiado, en Lisboa.
En 1996, la serie «Cristal» concretiza de modo más explícito la ausencia del cuerpo que es, de una manera más intima, la principal preocupación del artista. Se trata de varias esculturas de pared en forma de máscaras de terribles rituales, que modela en tiras de hierro que adquieren forma de cabeza humana, aunque esa relación pertenezca al mundo de la imaginación y no esté presente de manera explícita. Otra forma a la que recurre con frecuencia es la del par de zapatos.
Jugando con el sentido dual de la máscara, en «Leçons de tènébres» (2001) Chafes confecciona esculturas donde trabaja con conceptos de interior-exterior. Son piezas en forma de estelas cuya superficie está perforada en filas de pequeños orificios sugiriendo miradas y dejando presentir un espacio interior. En el recorrido por las esculturas nos damos cuenta de que por un lado hay un corte transversal por el cual se ve el interior, la otra cara. De lejos este grupo de esculturas se muestran como una máscara, la doble cara tan recurrente en las imágenes del autor, que nunca deja de trabajar con conceptos contrarios y complementarios.
Característica de la trayectoria artística de este autor es la importancia que da a los títulos de sus piezas, exposiciones e instalaciones. Palabras como sonho (sueño), morte (muerte), manha (mañana) o ferida (herida) nos conducen a un universo nostálgico y romántico, al que une una especial pasión por el trabajo del hierro y por el mundo clásico, uno de sus principales referentes.